Maldito Destino, que nos junta como quiere y juega con
nosotros como si de cartas se tratara. A veces, nos ofrece alguna alegría y
pone en nuestro camino a personas increíbles, el muy sinvergüenza hizo que te
cruzaras conmigo cuando menos lo necesitaba. Donde estaban las alegrías del
destino cuando no paraba de llover en mi cabeza, cuando el único diluvio que
existía era de lágrimas de sal por mis mejillas. No se fijó que entonces yo ya
estaba bien, giraba al compás de La Tierra y por mi mente había dejado pasar el
“Paren La Tierra que me bajo”. Tenía mis juegos y me gustaban, y me había dado
cuenta de que la soledad no es tan cabrona. Pero no, el Señor Destino, quiso
que te cruzaras y yo, te abrí las puertas a ciegas, esperando nuevas
experiencias. Y por sorpresa me di cuenta de que eras una caja de sorpresas, el
mejor compañero para una partida de ajedrez cuyo tablero es mi vida, llena de
casillas negras y blancas, de tranquilidad y revolución... Siempre tuvimos
nuestros más y nuestros menos, pero surgió una complicidad acojonante, tú para
mí y yo para ti. ¿Quién dijo algo serio? ¿Quién habló de amor? Pues como todos,
caímos. Y es que mira que hay tontos enamorados en este mundo. Llegó el amor y puso
en nuestras caras sonrisas inocentes pero a la vez llenas de picardía. Hizo
llamar a las mariposillas para que anidaran en nuestros estómagos, y nosotros,
inconformistas, quisimos más y más. Un
amor de locura, de esos que sabes, que duren lo que duren permanecerán en tu
cabeza. Pero como nadie, quisimos
complicarnos la vida, y eso cariño se nos da mejor que a ninguno. Llegaron tus
otras y mis otros, todo amigos y amigas, pero sobre todo complicaciones. No nos
paramos a pensar que ésta cabecita loca piensa más de la cuenta cuando no debe. ¿No te das cuenta que ya nada de este juego merece la pena? Deja de
correr por mis venas, joder. Te las das de heroína, y tienes razón: me colocas
y me salvas. Nadie nos enseñó a amar, a decidir que decisiones
son las correctas, en qué momento hay que dejarse influenciar por la cabeza y
no por el corazón. Y ojalá alguien lo hubiera hecho, porque chico, ahora solo
soy un manojo de dudas que me dan miedo hasta a mí misma. Y ahora, es cuando echo
de menos al Destino, ¿por qué no vienes ahora? Eres mi solución, porque aunque
a veces dudemos de ti, sé que siempre tienes un as debajo de la manga.