sábado, 27 de julio de 2013

Que no se pierdan las malas costumbres.

Que duro es creer en el amor, o en aquellos imanes de los que tanto me gusta hablar.
Creí, por cuarta vez, que quizá esta fuese la oportunidad definitiva.
Creí (y llámame tonta por hacerlo) que esta vez tendríamos la madurez suficiente para dejar atrás los celos, aclarar los problemas del pasado y avanzar.
Y como estaba diciendo, creí, pero una vez más me equivoqué.
Quizá debería dejar de creer, de llevarme todo lo importante por delante para retroceder. Porque ya debería haberme dado cuenta que hago daño a mucha gente, pero que sobretodo me hago daño a mí.
Es muy fácil tener la ilusión de que las cosas han cambiado, que esta vez (repito, cuarta) la magia volvería, y hasta el amor, quién sabe.
Bueno pues para dejar todo claro soy una ilusa, pero una ilusa gilipollas.
¿Alguna vez habéis sentido que os estampabais contra un muro una y otra y otra vez? Porque es mi día a día.
Dicen que por las mañanas se ve todo más claro, pues yo, hace aproximadamente un mes que no sé lo que es ni la claridad ni el buen humor mañanero.
Llamadme gilipollas (que yo ya estoy muy harta de hacerlo) pero le sigo teniendo en favoritos aunque dejé de seguirle hace mucho tiempo.
Me gusta saber qué hace con su vida. Mejor dicho, me gusta saber que chica ronda a su alrededor (como una hiena ahí, queriendo algo que no le pertenece, algo dolorido, sangrante, buscando carne fresca),  (alguna guarra seguro). Vale ya paro, puede que algún día haya alguien que me de mil vueltas, pero no es algo que me haga especial ilusión (yo no he sabido ver esas mil vueltas en ningún otro).
Y volveré a los imanes, porque (por desgracia) son la explicación a todo. Los polos opuestos no siempre se atraen, y por mucho que me joda, los imanes también pueden llegar a repelerse.
El imán de mi vida (también podría llamarle amor, pero eso hace mucho tiempo que no lo siento) tiene nombre, apellidos, y a veces demasiado orgullo, le he llegado a odiar más que a nadie en este mundo, pero en el fondo mato si le pasa algo. El caso, yo quiero desimantarme, de verdad, por nuestro bien, pero que alguien me diga cómo se hace eso.
No sé lo que me deparará el futuro (en realidad, tampoco quiero saberlo), pero sé que cada vez que alguien quiera saber algo de mí, en el fondo sabrá de ti. Porque soy una mezcla entre mi yo anterior, ese nosotros, y mi yo después de ti. Y en el fondo, me siento orgullosa de esa mezcla. Nunca me gustó el tema de olvidar, sobretodo algo que te ha cambiado.

Así que pase lo que pase, depare lo que depare el futuro, seguirás siendo parte de mí. 

sábado, 6 de julio de 2013

Y tuve que girar más, hasta hundirme, para recuperar la noción del tiempo.

En un segundo lo tienes todo, y al siguiente...

Las cicatrices están ahí para que recuerdes el dolor, los fallos, los agobios y hasta los besos. 

De fondo suena 'La chica del tirso' en directo.

Dicen que alguien solo vuelve por revancha, por recuperar lo que es suyo. La clave está en que malinterpretamos lo que es suyo. No vuelven porque quieran volver a verte sonreír, vuelven por orgullo. Para dejarlo otra vez por las nubes, y a ti por los suelos. 

Quizá es cierto eso de que por mucho que los caminos se bifurcan, vuelven a cruzarse en el punto más inesperado. 

Que lástima que yo ya no quiera cruzarme contigo.


Ya no importa que haya otras, pero si que vuelvas a mí, así que no lo hagas. 

A ti hace tiempo se te acabaron las excusas, a mí, la paciencia. 

No hay nada más bonito que los recuerdos felices, y ¿sabes qué?, prefiero quedarme con esa imagen:

Tú y yo en el último vagón de la línea nueve, a las siete de la mañana, abrazados. 

Y esta vez de verdad, es la última vez que te escribo. 





Apuntoveinte

El ruido de los tacones, ceniza que cae al suelo, corazones que palpitan deprisa al escuchar la canción que les recuerda a tan bello momento, risas de fondo, gritos ahogados en el vaso de los últimos cubatas que se sirven, palabras que se susurran al oído  Ilusiones y esperanzas que recorren el aire esperando a ser cumplidas. Cristales rotos en el suelo y botellas vacías en la esquina de aquel bar. 

Es domingo por la tarde y repasas la noche anterior, al hacerlo quisieras borrar algunos momentos. Momentos que si no hubieras consumido esa cantidad de alcohol no hubieran sucedido. Otros momentos los hubieras prolongado incesablemente hasta que te cansaras de ellos pero, como nunca te hubieras cansado de esa sensación, permanecerías así eternamente.
Y otros momentos que te gustaría haber vivido pero que no lo has hecho, sin embargo, ya es tarde para lamentarse.