Puedo ponerme ñoña
después de estar dos horas escuchando poesía y decirte
que estarías mucho más guapo aquí,
en mi cama.
Que en el juego corazón - razón hace tiempo
que el que late a mi izquierda salió perdiendo.
Y lo sabes.
Mi madre me dijo hace poco
que tengo la fea costumbre
de ponerme demasiado guapa cuando estoy demasiado triste.
Y eso es algo que también sabes.
Yo que te he decorado las sábanas de rímel una y otra vez
por las lágrimas
de después de.
Así que tal vez tenga razón
con eso de que cuando todo se vuelve gris
tengo la irremediable necesidad
de que cualquiera
se acerque a decirme que estos ojos
no están hechos para bañarse en tristeza.
No sé en que momento
decidí que las historias sin historia
son mis preferidas.
Soy de las que nunca aprenden de los errores
y odian que les recuerden,
que una vez se equivocaron por seguir queriendo besar bocas que sólo les traían problemas,
que ellos no saben que me la sudan los problemas
si esta cabeza fría puede seguir sintiendo fuego cada vez que la rozan.
Vale, reconozco que en esto de sentir no hay quién me gane.
Reconozco que he buscado otros lugares
para olvidar un amor
que nunca lo fue
y que en algún punto,
lo conseguí.
Que a cabezota tampoco me gana nadie.
Soy consciente de que este adiós podría durar toda una vida,
y qué bonito sería
si no fuera porque cuando dije adiós
lo dije sabiendo
que a esta despedida invitaba yo.
El olvido,
lamentablemente,
no está incluido.