viernes, 27 de diciembre de 2013

Heal

Era lo más parecido a un día gris. 
Revolución y tornado en la voz más dulce que jamás escuché. 
Sus ojos amarillos como el sol desprendían vida, aunque solo cuando las pupilas no los convertían en tristeza y oscuridad. Y aún así, juraría que jamás había visto algo tan increíble.
Era un invierno constante y desconcertante que vivía enamorada del otoño. 
Creía en las miradas y no en las sonrisas. 
Odiaba ese pequeño rayo de sol que salía antes de la gran tormenta. Y yo que siempre pensé que era ella.
Era fría como el hielo, pero sentía fuego cada vez que me rozaba. 
Nunca supe que pensaba, por qué se perdía entre la muchedumbre para estar sola, por qué se mordía el labio cada vez que iba a sonreír, como si quisiera evitarlo. Nunca entendí nada de lo que me quiso decir al mirarme, pero aún así me traía de cabeza. 
No quise darme cuenta, de que uno no puede enamorarse de la tristeza, aunque sea más bonita y apetecible que la propia luna. 
Que la quise, por cada rincón de su pequeño cuerpo.
Que puedo decir orgulloso que conseguí conocerla un poco más de lo que muchos llegaréis a hacerlo nunca. 

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