martes, 10 de septiembre de 2013

Que mi bandera de pirata puede esperar para ondear, que tu tesoro no lo tengo que robar.

Supe que algo estaba cambiando,
me empezó a atraer más el otoño
que la primavera.

Prefería ver las hojas caer
y el rugido que emitían al ser pisadas, 
que el ver florecer.

Quizá, me di cuenta,
empezaban a gustarme más los finales
que los comienzos.

La seguridad, pensé. 

Los finales son precisos,
los comienzos precisan sonrisas.

Y de esas, 
últimamente,
sabía muy poco. 




 




Las cuatro patas de mi cama pueden llegar a soportar toneladas de bipolaridad. Sabemos que mueres de ganas de que acorrale con los dientes los salientes de tus caderas. 
Y me suplicas que lo apague, que no son horas de fumar en la cama, en la misma cama en que también me confesaste que tienes miedo de las luces y de que te deje caer, de que me empieces a querer.



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